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Nombre científico: Serranus cabrilla

Este pequeño pez constituye una de las capturas más frecuentes de la pesca en embarcación en la línea costera. De régimen bentónico, vive en pequeñas grietas y oquedades fondos rocosos, a una profundidad que suele situarse entre los cinco y los cien metros.

La cabra o cabrilla es algo así como un mero en miniatura, un serránido típico que se ajusta en todo a los patrones generales que definen a su parentela. Quizás sea su reducido tamaño, lo único discordante, si lo comparamos con el que pueden alcanzar otros, como el mero o la cherna que, en sus versiones tropicales gigantes, llegan a pesar varios cientos de kilos.

Como la mayoría de los miembros de la familia serranidae, la cabra lleva una vida sedentaria cerca del fondo, a menudo dentro de cuevas y agujeros. Su librea, de tonos terrosos, rojos ocres y marrones, también es característica de los peces de fondo.

Ataca a cualquier cosa que le parezca alimenticia y pueda meter dentro de la boca. Sus anchas fauces nos hablan a las claras de este comportamiento predador.

Es hemafrodita y pone entre 20.000 y 100.000 huevos. Freza en primavera o al principio del verano, dependiendo de factores como la temperatura del agua o la profundidad.

De régimen estrictamente carnívoro, pica con decisión a cualquier carnada que le quepa en las fauces. Todo le gusta: trozos de pescado, gusanos, moluscos, todo. Es un pez sumamente agradecido que entra muy bien al anzuelo, y cuando damos con un lugar adecuado para su presencia, podemos pasar un buen rato.

El hecho de vivir en ambientes rocosos, generalmente dentro de su refugio, lo protege de las redes, por lo que sigue siendo bastante abundante.

Su picada es seca, decidida, sin mordisquear el cebo ni titubear. No se lo piensa dos veces antes de atacar a cualquier cosa que se ponga a su alcance.

La defensa que presenta después no es gran cosa, pero si consideramos su escaso tamaño, tampoco es desdeñable. Además, montando un aparejo de fondo de múltiples anzuelos, tipo pater noster, podemos capturar varios peces en cada lance.

Por tanto, si utilizamos sedales y aparejos adecuados a su tamaño, la diversión está garantizada. El problema radica en que las cabras suelen hallarse a cierta profundidad -del orden de los 50m.- por lo que, a veces, la exigencia del lastre requerido, no nos permite utilizar aparejos livianos.

Además, como para acceder a las zonas donde vive suele ser indispensable el uso de embarcación, para su pesca se han empleado a menudo aparejos de mano, con sedales muy gruesos y pesados lastres, lo que le quita todo interés deportivo a su captura.

Debido a sus dimensiones no es blanco habitual de los pescadores submarinos. De todas formas, a veces nos encontraremos con ejemplares que podrían justificar un tiro. Pero tampoco vale la pena: el pez se queda a la entrada de su guarida y mira fijamente la punta del arpón, sin ninguna desconfianza. Demasiado fácil.

Gastronómicamente es apreciado, pues sus carnes son muy finas y sabrosas. Lo peor son sus espinas, muchas y peligrosas, y si no que se lo digan a un primo mío que tuvo que ser llevado al hospital con una atravesada en la garganta.


 
 

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