La 'carabela portuguesa', ni es medusa ni es asesina
Las carabelas portuguesas avistadas estos días en el Estrecho de Gibraltar y que han puesto en alerta a los bañistas no son medusas, y mucho menos "mortales" o "asesinas".
Así lo afirma la investigadora Dacha Atienza, del Instituto de Ciencias del Mar que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) tiene en Barcelona. Según explicó, la carabela portuguesa es una especie común en aguas atlánticas que, por ejemplo, llega a Canarias "de forma rutinaria".
Atienza, que considera "desmesuradas" las informaciones que se han publicado al respecto, aclaró en primer lugar que "no se trata de una medusa", sino de un sifonóforo, organismo cercano que pertenece también al grupo de nidarios.
"Es muy común en las Canarias y su entrada a través del Estrecho no es rara. A lo mejor otro año ha ocurrido y no ha repercutido de ninguna forma", señaló.
En febrero, por ejemplo, el Instituto de Ciencias del Mar recibió avisos de un voluntario que anunció la llegada de un banco a Torremolinos (Málaga). "Nos llegó la información y no le dimos la mayor importancia porque se había visto en otras ocasiones en el Mediterráneo a este organismo gelatinoso", prosiguió.
Picaduras extensas, pero no mortales
Por otra parte, Atienza recalcó que la carabela portuguesa "no es asesina", y tampoco "mortal", aunque en general provoca picaduras más extensas y dolorosas que generalmente requieren que se derive la atención en playa a centros hospitalarios.
Esto se debe, según indicó, a que tiene una superficie de tentáculos mucho mayor. Con este organismo, como con las medusas, hay grupos de riesgo, entre los que se encuentran los niños.
Sin embargo, la carabela portuguesa "es más fácil de identificar que las medusas", ya que tiene "una especie de flotador que se ve siempre" y que facilita también su retirada de las aguas.
Esta investigadora del CSIC anunció que la presencia de lluvias desde el final de la primavera y durante todo el verano contribuye a formar una especie de "barrera" (por diferentes niveles de salinidad) frente a las costas, que ayuda a mantener alejadas a las medusas de las playas.
Sin embargo, apuntó que la presencia de medusas "dependerá de la cantidad de ejemplares que haya fuera", algo que "nadie puede saber".
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Con apariencia de medusa, la carabela es en realidad un organismo colonial cuyos individuos se especializan para mantener viva la colonia. Se trata de una agrupación de hidroides que se dividen el trabajo: el neumatóforo (parte que flota o vela), los gastrozoides (digestión), dactilozoides (detección y captura de presas, y defensa) y los gonozoides (se ocupan de la reproducción).[2]
La carabela portuguesa carece de ojos, huesos y ano, excretando directamente por la boca. Está compuesta por una vela gelatinosa de entre 15 y 30 cm[3] que le permite recorrer los océanos impulsada por los vientos, las mareas y las corrientes marinas, mientras que del cuerpo central cuelgan numerosos tentáculos que le sirven para atrapar a sus presas y que extendidos puede llegar a medir hasta 50 metros,[4] aunque normalmente tienen una extensión de unos 10 metros.[5]
Estos tentáculos están provistos de cápsulas urticantes denominadas cnidocitos que pueden paralizar a un pez grande y afectar seriamente al ser humano. Estas cápsulas, ante el estímulo apropiado, liberan un filamento hueco espiralado de un único uso llamado nematocisto, que puede ser de distintos tipos: simples ventosas, prolongaciones largas de los tentáculos que se enrollan alrededor de la presa, y púas o espinas que pueden inyectar una toxina proteínica que paraliza a la presa.
Los tentáculos tienen por objeto envolver a las presas e introducirlas en la boca hasta la cavidad gastrovascular, donde comienza la digestión.
En humanos, el veneno de la carabela portuguesa tiene consecuencias neurotóxicas, citotóxicas y cardiotóxicas, produciendo un dolor muy intenso.
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